Las quemas prescritas, planificadas y controladas se emplean con éxito en diversos lugares del mundo para mejorar la salud de los bosques y prevenir incendios catastróficos. Pero son una herramienta tan valiosa en la gestión forestal como desconocida para el público. Los expertos recomiendan extender su uso, también en España donde aún apenas se utiliza.
Durante millones de años el fuego fue una parte más de la naturaleza, no su gran enemigo. Para nuestros ancestros, dominar el fuego fue uno de los grandes avances tecnológicos que impulsó la civilización, y uno de sus múltiples usos fue moldear el paisaje para aprovechar sus recursos sin arrasarlos. Pero en tiempos modernos, la lucha contra los incendios forestales llevó a olvidar los beneficios de un fuego bien utilizado; un error, según los expertos: las quemas prescritas, aseguran, son un poderoso aliado en la gestión forestal.
La idea de un incendio bueno puede resultar chocante, pero no debería sorprender: no es que el fuego haya existido siempre en la Tierra, ya que necesitó que el oxígeno alcanzara un cierto nivel; pero el registro fósil del carbón, un producto del fuego, indica que este ha estado presente durante al menos 420 millones de años, desde algo después de la aparición de las plantas. Y dado que los humanos llevamos muy poco tiempo aquí para reprimirlo, es normal que la larga convivencia de la vida terrestre con él haya llevado a una cierta adaptación.
El fuego puede ser incluso necesario. Tal como argumentaba el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) en su Sexto Informe de Evaluación, “los incendios son una parte natural y esencial de muchos ecosistemas de bosque y pradera, matando plagas, liberando semillas de plantas para que germinen, entresacando los árboles pequeños y sirviendo a otras funciones esenciales para la salud de los ecosistemas”.
Un paisaje en particular se ha conservado históricamente gracias al fuego: la sabana africana. Según el geólogo Andrew Scott, experto en historia del fuego y autor de libros de divulgación en la materia, este ecosistema se consolidó hace unos siete millones de años, y desde entonces ha dependido de incendios periódicos para mantener sus praderas sin convertirse en matorral o bosque.
Scott especula que en torno a 1,5 millones de años atrás los humanos de entonces —posiblemente Homo erectus— habrían hecho un uso oportunista del fuego en la sabana, transportándolo y manteniéndolo encendido. Mucho más adelante los Homo sapiens aprendieron a encenderlo con piedras de sílex, pero solo hace unos 7 000 años los humanos africanos lo habrían dominado a su antojo para manipular el entorno.
En el este de África, la etnia masái ha utilizado tradicionalmente la quema controlada de retazos de sabana durante la estación seca para renovar los pastos y prevenir incendios mayores. Sin embargo, las regulaciones más restrictivas y las lluvias irregulares han hecho que esta práctica caiga en desuso. En otras regiones como Norteamérica, la expansión de la población y de la agricultura y la ganadería llevó al cese de las quemas indígenas.
Los bosques de secuoyas en California se benefician de las quemas prescritas. / Wikimedia Commons
En el siglo XX se impusieron las políticas de supresión total del fuego, con pocas excepciones como la apertura de cortafuegos o la quema de restos vegetales durante el invierno para reducir el exceso de combustible. Pero este dogma de evitación ha negado los beneficios que puede aportar cuando se gestiona del modo y en el lugar adecuado.
Uno de estos lugares es el bosque de coníferas. Según el ecólogo Richard Hutto, de la Universidad de Montana, “el fuego es una parte natural de las comunidades forestales de coníferas, y por ello hay numerosas especies de plantas y animales que dependen de fuegos graves que matan la mayor parte de los árboles”.
El fuego es una parte natural de las comunidades forestales de coníferas
Un ejemplo: la secuoya, majestuosa conífera californiana que llega a superar los 100 metros de altura, no solo es resistente al fuego; además, este facilita la propagación de la especie al abrir las piñas y liberar las semillas, al tiempo que destruye los brotes competidores. No por casualidad, California fue pionera en la recuperación de la gestión del fuego en los años 60.
Según Scott Stephens, profesor de ciencias ambientales del fuego de la Universidad de Berkeley, en el parque nacional de Yosemite “llevan haciendo esto unos 50 años, y ha generado grandes beneficios”. En un estudio de dos decenios, Stephens y sus colaboradores han mostrado que las quemas prescritas mejoran la salud de los bosques y reducen el riesgo de incendios masivos. Además y como menciona el informe del IPCC, el fuego también elimina plagas, incluyendo las que afectan a los humanos, como las garrapatas.
Las quemas prescritas son distintas de las prácticas tradicionales indígenas y de la simple incineración de restos vegetales. La diferencia puede resumirse en una palabra: ciencia. Son proyectos de ingeniería basados en un estudio previo que analiza distintos parámetros ambientales. Se utilizan modelos de simulación del comportamiento del fuego para predecir los efectos sobre los suelos y la vegetación, y antes de la ejecución se realiza un test de quema.
La quema en sí está a cargo de los bomberos forestales, que emplean instrumentos como las llamadas antorchas de goteo. Su aspecto recuerda a un extintor, pero sirven justamente para lo contrario: el contenedor está relleno de combustible, que se va esparciendo en líneas por medio del tubo rematado por una boquilla con un quemador.
“Las quemas prescritas son probablemente la técnica más efectiva para eliminar combustible, y de las más económicas”, cuenta a SINC Víctor Resco de Dios, catedrático de Ingeniería Forestal y Cambio Global de la Universitat de Lleida y experto en incendios forestales. En EE UU, California está acrecentando este uso beneficioso del fuego, y el balance positivo —incluso con los ocasionales incendios catastróficos— ha extendido la práctica a otros estados. Australia también lleva décadas aplicando las quemas prescritas con éxito.
Antorchas de goteo utilizadas para las quemas prescritas. / Valley Forge National Hist Park / Wikimedia Commons
En nuestro país las quemas prescritas no son una práctica desconocida. Pero el uso que se hace de ellas es “insuficiente”, según Resco de Dios: se aplican sobre todo para formar al personal de extinción en el manejo del fuego técnico, cubriendo una superficie “anecdótica”. Sin embargo y de acuerdo a la experiencia en otros lugares, “para que las quemas fueran realmente útiles como herramienta de prevención deberíamos aplicarlas en una superficie equivalente a tres veces la que se quema”.
Para que las quemas fueran realmente útiles como herramienta de prevención deberíamos aplicarlas en una superficie equivalente a tres veces la que se quema
Resco de Dios pone cifras: si en 2022 ardieron casi 300 000 hectáreas, las quemas prescritas deberían aplicarse a 900 000. “Pueden parecer muchas, pero quemar preventivamente esta extensión es mucho más barato que tirar el dinero en la extinción de 300 000, y tiene una serie de beneficios ecológicos e incluso económicos y sociales”. Así, en el oeste de Australia se consigue que el 80 % de la superficie que arde sea producto de quemas prescritas.
Tampoco la situación es homogénea en todo el Estado, ya que la gestión de los bosques es una competencia de las Comunidades Autónomas. Resco de Dios menciona Cataluña y Gran Canaria como las zonas donde más se aplican las quemas prescritas, pero “por lo general siempre estamos lejos del objetivo, en cualquier comunidad”, advierte.
Pero la expansión de las quemas prescritas se enfrenta a un serio obstáculo que resume Hutto: “La mayoría de la gente no tiene ni idea de lo naturales y necesarios que son los grandes fuegos”. Aunque los expertos insistan en la necesidad de un cambio de paradigma, los beneficios del fuego no son una idea muy popular, y por ello es difícil impulsar las políticas necesarias. “Necesitamos políticos valientes para tirar adelante estas medidas y educar a la sociedad para que entiendan su necesidad”, concluye Resco de Dios.